Samaipata

28 y 29 de Abril, 2009

Con un cuñapé por desayuno, llegamos temprano a Santa Cruz con el tren desde la Chiquitanía, y buscamos un express para ir a Samaipata. Llegamos a mediodía y nos quedamos en el Residencial Kim. Después de una milanesa y descansar, salimos a pasear. A unos 3 quilómetros del pueblo (que recorremos acompañados de un rebaño de vacas) se encuentra el Zoológico el Refugio. Allí podemos ver guacamayos, tortugas, monos, tucanes, ardillas, etc. Con ayuda de la cuidadora hacemos amistad con el Tuqui y la cariñosa Chita. En la noche a cenar y dormir.





Samaipata tiene varios atractivos turísticos. Los más importantes son El Fuerte y el Parque Amboró. Decidimos ir al Fuerte. Después de visitar el museo, compartimos un taxi con unos franceses para recorrer los 9 quilómetros hasta el sitio arqueológico. Es considerado el mayor petroglifo del mundo, ya que se trata de una enorme roca arenisca labrada de 250x60 metros. Los creadores fueron indígenas amazónicos y posteriormente los incas lo ocuparon y siguieron utilizando como centro ceremonial. Se pueden ver variedad de hornacinas, figuras de felinos desgastadas por el tiempo, etc. desde los distintos miradores. Aparte hay los restos de varias viviendas. Después de visitar todo el complejo y hacer un pic-nic regresamos andando. En la tarde recogemos los equipajes y con un express volvemos a Santa Cruz para ya regresar a casa.







Chiquitania

22 al 27 de Abril, 2009

Con un bus desde Cochabamba viajamos toda la noche hasta Santa Cruz de la Sierra. De allí empezaremos la ruta de las iglesias jesuíticas. La primera parada es San Xavier, un pueblo con calles de arena roja y una plaza con viejos toborochis repletos de flores rosas. Las casas son de planta baja, tienen porche con pilares de madera torneados y las paredes decoradas con pinturas de estilo barroco mestizo. Visitamos el Museo misional y la iglesia; ésta es de mediados del siglo XVIII y conserva su estructura de madera con acabados de yeso y pinturas de pigmentos naturales. En la tarde recorrimos el pueblo buscando talleres artesanales pero no hubo suerte. En el patio del colegio vimos los niños practicando con el violín. Paseando llegamos a la Piedra de los Apóstoles, lugar sagrado formado por inmensas piedras. A las cinco y media de la tarde partimos hacia Concepción donde ya llegamos de noche y nos alojamos en el Hotel Colonial, a media cuadra de la plaza.






















Concepción es más grande pero sigue teniendo el mismo aire que los otros pueblos de la zona. En la plaza se halla la iglesia, considerada la más bella de toda la ruta. Verdaderamente es preciosa y pasamos casi todo el día en la plaza contemplándola y buscando el mejor ángulo para fotografiarla. Por desgracia el curioso campanario que hay enfrente está completamente desarmado por un proceso de restauración. Visitamos la iglesia, su patio y una interesante exposición fotográfica donde se puede ver la evolución del edificio con el paso de los años y su proceso de restauración llevado a cabo por el arquitecto suizo Hans Roth. Después visitamos el Museo misional, ubicado en la casa natal de Hugo Banzer (dictador y ex-presidente de Bolivia). Después de almorzar conocemos tres señoras de la etnia ayoree a las cuales compramos artesanías. Finalmente vamos a los talleres de la iglesia donde hay un colegio-taller de tallado de madera, y vemos como están torneando las nuevas columnas para el campanario a partir de unos inmensos troncos de soto. En la tarde volvemos a viajar, ésta vez hasta San Ignacio donde llegamos bastante tarde.

















San Ignacio de Velasco es el punto para visitar otros tres pueblos de la ruta jesuítica: Santa Ana, San Rafael y San Miguel. Es un circuito circular y para hacerlo en un día hay que contratar un taxi. Bien temprano vamos hasta el mercado para buscar transporte y aunque sale bastante caro nos animamos y antes de las nueve partimos hacia Santa Ana. El camino es de ripio y hay que ir con calma; casi una hora demoramos en llegar. Es el pueblo más pequeño y auténtico que visitamos, con un encanto especial que te transporta en el tiempo. Cómo además es el menos visitado, la hospitalidad hacia los visitantes es buenísima. Te atienden en la oficina de turismo y después vas a visitar la iglesia. De la mano de Don Luís Rocha conoces la historia y secretos de este maravilloso edificio religioso y de la gente del lugar. La iglesia es la única construida únicamente por los indígenas una vez que los jesuitas habían sido expulsados, por eso su estilo es distinto donde destacan más los elementos locales. Una de sus peculiaridades es que las paredes del interior están cubiertas de mica y por eso brillan. También están decoradas con este mineral varias tallas de madera como el púlpito. Atentos a las explicaciones del guía, subimos al coro donde nos da un pequeño concierto con un antiguo órgano misional precioso, que se conserva porqué fue escondido en el bosque durante la época de saqueos. Al salir tenemos ocasión de hablar con uno de los profesores de música que hay en la iglesia. La mayoría de niños y jóvenes del pueblo aprenden a tocar violín, chelo, arpa,... para seguir la tradición de la música barroca, cantada en el idioma chiquitano. De ahí pasamos a visitar el museo, donde se conservan varios utensilios antiguos entre los que destacan violines y una preciosa arpa con una cabeza de jichi (animal mitológico) labrada en la voluta. Para despedirnos Don Luís nos deleita con la interpretación de unas piezas con violín fuera los muros de la iglesia. Un final perfecto para una visita tan gratificante.











Después seguimos el camino hacia San Rafael, con pintorescos paisajes verdes llenos de termiteros y rebaños de bueyes. En San Rafael visitamos la iglesia, donde destaca el púlpito. Aunque el día no acompaña y hasta llueve un poco, podemos disfrutar de la bella fachada y también de la plaza. El tiempo apremia y tenemos que seguir. Llegamos a San Miguel pasado el mediodía y por eso el templo está cerrado. Mientras sacamos fotos del exterior el taxista intenta ubicar al cuidador para ver si puede abrir, pero no hay suerte. De ahí ya regresamos a San Ignacio. Aprovechamos la tarde para descansar y pasear un poco. En la noche, debido a un congreso de etnias y desarrollo, hay un festival de danzas típicas en la plaza. Es una excelente ocasión para ver varios de los bailes de la zona, como la Danza de los Abuelos representada con lindas máscaras de madera y pieles de animal, la chovena y otros.



















El segundo día en San Ignacio visitamos el templo, el único dentro de la ruta que no forma parte del Patrimonio de la Unesco porqué fue demolido totalmente. Después hacemos una excursión a la cercana Laguna de Guapomó y queremos llegar hasta la Cueva de Yeso o Caolín, de donde antiguamente sacaron el material para blanquear las casas, pero nos perdemos. En la tarde ya nos vamos hacia San José, donde llegamos de noche como de costumbre. Nos alojamos en el Hotel Turubo y salimos a pasear aprovechando que la cálida noche.









San José tiene la única iglesia jesuítica de piedra. La fachada principal es muy extensa, ocupando toda la cuadra de la plaza. Actualmente están terminando una restauración en que han pintado la fachada de colores amarillo y rojo. En esta localidad es donde es más típico el baile de los abuelos y son famosas sus máscaras talladas en madera y pintadas blanco o rojo. Por la mañana intentamos localizar a un artesano tallador de máscaras, pero no hay suerte y compramos una máscara en una tienda de artesanías. Mientras paseamos, aprovechamos que hay reunión en la Casa del Bastón (centro cultural) para entrar a ver las máscaras antiguas colgadas en la pared y el Bastón: palo decorado con cintas de colores para otro baile típico del lugar. A la hora del almuerzo montan un quermés en la plaza y aprovechamos para comer y jugar al bingo (sin suerte). Pasado el mediodía el aspecto de la iglesia cambia por la posición del Sol y realmente está de foto. Una vista preciosa que no nos cansamos de fotografiar hasta que ya es hora de partir hacia Chochís. Llegamos justo para ver la puesta de Sol, con un panorama indescriptible de montañas coloradas que rodean el pueblo, destacando el Cerro la Torre. Es un sitio tranquilo con cantidad de animales pastando en la plaza (burros, gallinas, caballos,...) y la gente conversando en las puertas de las casas. Nos quedamos en el Hotel el Peregrino. Mientras paseamos nos sorprende los variados anuncios que dan por megafonía, desde venta de panes a reuniones del colegio. En la noche salimos a cenar. Llegamos a una esquina poco iluminada al lado del mercado donde se concentra el ambiente. Tomando unas cervezas discurre la noche. No para de llegar gente para reunirse a conversar y tomar un aguardiente. También llega una señora vendiendo un tatú (especie de armadillo) recién cazado. Ya tarde nos animamos a comer de las paraditas ambulantes, donde sólo quedan unos exquisitos asaditos (bolas de carne con yuca).















Al día siguiente nos levantamos temprano para subir al Santuario mariano La Torre, que debe su nombre al impresionante peñasco rojizo que sobresale a su lado. De camino nos sorprenden varios grupos de tucanes. Primero tenemos unos tucancillos collarejo muy cerca. Después aparecen los espectaculares tucanes toco, pero son muy escurridizos. Siguen por los alrededores durante casi 20 minutos, ya que es su hora de comer, hasta que finalmente se paran en las ramas de un árbol justo enfrente nuestro. Fascinados llegamos al templo. Tanto el interior como exterior de éste está totalmente decorado con tallas de madera que cuentan la historia del pueblo, dónde resaltan figuras de músicos y animales. Apresurados regresamos al pueblo para no perder el bus que nos llevará a Roboré. Desde allí seguimos hacia el pueblito de Santiago, donde queremos visitar unas pinturas rupestres. Es mediodía y la oficina de turismo está cerrada, pero por suerte localizamos a un guía que nos llevará. Salimos con Roger hacia el cerro, pasando por el bosque y la planicie. Desde allí hay vistas espléndidas de bosques de roca, donde destaca el Arco el Piedra. Antes de llegar tenemos la suerte de ver un pejichi (un primo del tatú) al que hacemos corretear. Finalmente, después de 7 quilómetros, llegamos a la Cueva de Miserandino donde hay variedad de pinturas con pigmentos rojos. Siguiendo un poco también visitamos una grande y profunda cueva, habitada por muchos guacharos. De ahí ya regresamos hacia el pueblo para volver a Roboré. Nos dirigimos a la estación de ferrocarril para comparar pasajes pero las boleterías estaban cerradas. Aún así a las ocho y media de la tarde subimos al Expresso de Ferroviaria Oriental que se dirige a Santa Cruz, en una dudosa "clase Pullman".